La conjura contra Guaidó

Orlando Avendaño
Caracas, Venezuela

Un politólogo aparece en radio denunciando un complot contra Guaidó. No es el primero. Ya varios han salido a decir que hay una campañita para desestabilizar al presidente de Venezuela, Juan Guaidó. Lo grave, según ellos: surge de la misma oposición venezolana.

La gasolina de aquello, argumentan, es la envidia y la tirria. El genuino resentimiento ante el estrellato de una figura estelar. Indigesta su éxito. Su salto súbito a la fama y al principal cuadrilátero de la política de altura. «Hay que acabarlo, porque este no es su momento sino el mío y no hay que dejar que pase».

Bullshit, nada más. No hay que ser muy versado para precisar que el esfuerzo por ver campañita-mal-sana en la crítica, en la legítima exigencia ciudadana, en la frustración, la desesperanza y la desilusión no es sino un empeño burdo en ocultar el verdadero complot.

Porque sí lo hay. Sí existe. Va en marcha una conjura contra el presidente Juan Guaidó. La vimos todos cuando Michelle Bachelet dio pasos por Caracas y aquello solo fue un impulso para deponer al presidente de su cargo. Del país pasó a dirigir solo un Parlamento y el asalto terminó consumándose en un informe, aunque demoledor para el régimen, no muy favorable para el interinato.

La denuncia la hizo pública, por primera vez, el agudo y muy inteligente profesor de Georgetown y escritor, Héctor Schamis. En un programa de NTN24 con Idania Chirinos, lo dijo: «Los mismos partidos políticos destituyeron a Juan Guaidó de su cargo de presidente encargado, se refieren a él como presidente de la Asamblea. En política, los títulos tienen un valor».

Y todo coincide con la hilera de medios afines a la oposición oficial, que se articuló perfectamente para degradar al presidente y empezar a llamarlo por lo que fue, pero ya no es: «Presidente de la Asamblea Nacional». Una y otra vez. Presidente-de-la-Asamblea-Nacional.

Entonces sale el politólogo, en un programa de radio, diciendo que hay un complot contra Guaidó, pero reconociendo al mismo tiempo que él rechazó su juramentación y que lo considera un «autoproclamado». Y entonces salen militantes de Voluntad Popular, en rueda de prensa, exigiéndole al «Gobierno» de Maduro que dolarice los salarios. Y entonces salen dirigentes de Acción Democrática llamándose oposición en los medios y ratificando que el presidente es Maduro. Y «Gobierno», «Gobierno», «Gobierno» a los ilegítimos, a los que, precisamente, no son Gobierno.

Nada podría ser más peligroso para Juan Guaidó que dejar de ser lo que es. Quedar inmerso en esta nueva narrativa que ya tejen sus correligionarios lo expone, automáticamente, ante las fauces del régimen —que dudó morder a un presidente, pero que no dudará si al frente tiene a un diputado—.

Sí va en marcha una conjura contra Juan Guaidó. La nueva rebelión de los náufragos. Pero no como la piensan los que la denuncian en las radios, sino la que ellos mismos van armando. En paralelo, estos, buscan callar a quienes gritan, manifiestan su disconformidad con el proceso, expresan su genuina angustia y esbozan sus consejos o juicios. Al ciudadano lo acusan de dirigir la confabulación, pero fracasan en su tosco intento de armar la denuncia. Porque al final, lo sabe el ciudadano, lo sabe el mundo, y lo saben los verdaderos conspiradores, ese que alza la voz lo hace porque nada desea más que el triunfo de Guaidó.

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