No hablo el idioma

Maríasol Pons

Guayaquil, Ecuador

En el último mes se dieron sucesos inesperados de extremada violencia. Los sucesos tenían la bandera de la protesta social, sin embargo, su ejecución y destrucción al paso no dejaban ver la agenda social sino más bien la necesidad de destruir y desestabilizar. ¿Qué lógica tiene que los protestantes -sociales- produzcan pérdidas millonarias o que desperdicien la misma leche que puede alimentar a tanto niño desnutrido? ¿Qué lógica tiene que en Chile se destruya el metro?¿Qué lógica tiene esta polarización social de gente que trabaja y geste que destruye?

La única respuesta que hay en que no aplica la lógica, sino una agenda de oportunismo y recuperación de poder, sobre el tema ya se ha dicho bastante, el problema de fondo es la desazón con la que la población existe hoy en día. Todas estas perturbaciones nos hacen sentir perdidos, desmotivados, inseguros, tristes, porque el progreso que se busca con el esfuerzo diario de ir a trabajar, haciendo cosas que no a todos gustan, pero que son necesarias para poder sacar adelante a los nuestros (y quienes son solos de salir adelante por méritos propios) se ve cada vez más lejano en estas circunstancias. Frente a esta horda de destructores y amedrentadores el individuo común que se esfuerza se siente impune y frustrado cansado de esperar el momento en que hablemos de cosas importantes que si pueden producir progreso para la nación. ¿Cuál es la fortaleza de grupos así? Que no siguen las reglas, que son anárquicos y son bulliciosos. Así las reglas nos amarran las manos y nos dejan a merced del “bully”.

Eso me lleva a concluir que la mejor manera de prevenir la anarquía y resultados electorales nefastos como los argentinos – ¿quién entiende que haya ganado una fórmula corrupta comprobada?¿quién entiende que Cristina Fernández diga en tarima que recuperará una nación “arrasada” si ella misma la arrasó?– es que todos nos preocupemos de hacer saber nuestra opinión. Es responsabilidad de quienes trabajamos de manera honrada de transmitir nuestro rechazo a la corrupción, hay que hablar en la casa, hay que hablar en el trabajo, hay que hablar en la calle. Esta desazón hay que compartirla para que sepamos que no estamos solos perdidos en este lenguaje que no se entiende; el lenguaje del engaño, de intereses encubiertos y atracos a la nación. Yo no hablo ese idioma y quiero creer que esas personas no representan al país, comuniquemos esto y desterremos la impunidad.

Más relacionadas