País de tuertos

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Qué limitados son nuestros líderes. Apuestan a metas lejanas para tapar sus codicias cercanas. Venden humo y pretenden lealtad incondicional a sus delirios. Ni de lejos se atisba en el presente un estadista con metas nacionales, prioridades claras y discurso práctico y simple.

El Presidente se ha perdido en una lucha estéril por señalar culpables y recuperar autoridad frente a la impunidad de los violentos y la impotencia del Estado para detenerlos. Toda realización está supeditada a imposibles cuya gestión sirve de excusa para los fracasos reiterados. Y que la rueda siga girando. Mientras tanto, los demás político , necios y engolados, se auto atribuyen la infalibilidad como premisa a sus propuestas. Hablan de prioridades nacionales pero son incapaces de enumerarlas con acierto. Se refugian en lugares comunes cuando se trata de plantear soluciones, reciclan propuestas a sabiendas de su fracaso anterior.

No avanzamos porque somos mediocres y superficiales en las metas y en las propuestas, porque vivimos atemorizados del éxito ajeno y de su bagaje de esfuerzo, y rechazamos el progreso pues es más fácil anclarnos al pasado. La brecha sigue ampliándose, pues el mundo no se detiene.

Llevamos más de sesenta años dentro de un modelo estatista y paternalista, somos conscientes de sus fracasos, y sin embargo satanizamos cualquier cambio tildándolo de “neoliberalismo” y “capitalismo salvaje”, cuando se trata simplemente de adecuar el País a los tiempos modernos.

Poco entendemos de economía ni de política, pero mucho de endosar responsabilidades al resto. Para eso somos unos maestros. La actitud general es de pasividad y desgano. Los que tienen posibilidades o talento apuestan al exterior como salida al sopor nacional. La masa es cada día más superficial e ignorante. Aplaude sin entender y vota sin reflexionar. Las fuerzas anti demócratas y retrógradas en la Asamblea son mayoría como asfixiante resultado.

Quizás estos líderes piensan que hay Ecuador para rato, pero una mirada profunda da cuenta de su rápido deterioro. La historia, por lo demás, los retrata de cuerpo entero. Un País que inició su camino con un asesinato sólo puede reseñar enfrentamientos y codicia como testimonio.

Empeñados en luchas intestinas, permitimos que la codicia externa cercene nuestro territorio. Con aplauso al enemigo incluido. Pero seguimos mirando a través del ojo tuerto del líder, sin comprender sus limitaciones ni delimitar sus acciones. Firmar un papel en blanco y luego retirar los apoyos porque este no es el País que queremos no es suficiente.

Hay que determinarlo y sobre todo sostenerlo juntos a través de propuestas de consenso y prioritarias, sin cacicazgos ni violencia, sin extremistas ni totalitarios, cuyo daño ha sido y es incalculable. La Asamblea no entiende aún que su rol es fiscalizar y legislar, no captar más poder para sus integrantes. El Ejecutivo no realiza aún que sus actos deben reflejar sus ofertas y que sus metas deben ser explicadas con claridad.

Una función judicial torpe, lenta y politizada completa un panorama decepcionante para un País que reclama eficiencia. Abramos los ojos al presente para planificar un futuro de abundancia. Ese es el clamor de un pueblo y la obligación de sus representantes. No el circo que hemos presenciado en los últimos años. Rectifiquen y rectifiquemos.

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