La Marina en el ojo de la tormenta

Alberto Molina Flores

Guayaquil, Ecuador

Una de las estrategias de los enemigos de la democracia que tienen intereses inconfesables, comienzan desprestigiando a las instituciones que son «una piedra en el zapato» para sus apetencias. Las Fuerzas Armadas, con las falencias, errores y últimamente permeadas, en algunos casos, por el narcotráfico, es junto a la Iglesia Católica, la institución más confiable del país.

Las bandas criminales, el narcotráfico y los males conexos que atormentan al país y en gran medida a la mayoría de países, tienen que ver con la siembra de la hoja de coca, el procesamiento del alcaloide, el transporte, la distribución y venta de la droga.

Las Fuerzas Armadas, pese haber sido debilitadas vienen cumpliendo sus misiones -la defensa de la soberanía y la integridad territorial-con mucho profesionalismo y sacrificio; a más de las misiones que están establecidas en la Constitución, cumplen con un sinnúmero de misiones subsidiarias: control de armas, explosivos y municiones, seguridad al sistema hidrocarburífero, control de contrabando de combustibles, minería ilegal, narcotráfico, apoyo en las elecciones al Consejo Nacional Electoral, misiones de interdicción en el mar y espacio aéreo, etc.

La Marina, institución que tiene un bien ganado prestigio, tiene la responsabilidad del control del mar, una tarea inmensa en más de un millón de millas cuadradas. El narcotráfico y sus secuelas se han desarrollado con mayor intensidad en las provincias de la Costa, especialmente en la ruta del transporte de la droga: Nariño (Colombia) Esmeraldas, Manabí, Guayas y Santa Elena; el 85% de la droga sale por vía marítima a EE.UU., Centro América y Europa.

Como las mafias buscan penetrar en las instituciones del Estado, manejan una poderosa arma: ingentes cantidades de dólares para sobornar, comprar armas, explosivos, reclutar a gente, especialmente a menores de edad, estos últimos son adiestrados para ser utilizados como sicarios. Frente a la oferta de dinero sucumben jueces, autoridades, políticos y obviamente militares. La Marina ha sido víctima de este flagelo y algunos de sus miembros, por codicia, han sido cooptados por las mafias. La prensa ha publicado con lujo de detalles cuando un elemento uniformado ha estado involucrado en algún delito, especialmente en el narcotráfico, hay que considerar que los militares están bajo el escrutinio público y cualquier desliz de un uniformado es magnificado.

Frente a esta situación, el asambleísta de Pachakutik, de apellido Vanegas, denuncia sin previamente haber verificado, que en tres corbetas de la Marina los radares no funcionan y según él hay sospechas de peculado en la dotación de equipos para estas naves; además, irresponsablemente dice: “han permitido que las rutas del tráfico de droga ingresen por el mar al Ecuador”. De inmediato, el comandante de la Marina, como era su obligación, convocó a una rueda de prensa e invitó a los periodistas a que verifiquen si es verdad la irresponsable «denuncia» del asambleísta, demostrando de esta manera la falsedad de las declaraciones de Vanegas. Al parecer el asambleísta de marras sufre el trastorno histriónico de la personalidad, es decir una búsqueda de atención constante.

Sin duda que la Marina y por desgracia, las instituciones del Estado, están expuestas a que elementos de sus filas, débiles moralmente, sucumban y sean cooptados por las mafias, sin medir las consecuencias para el que delinque, sus familias y la institución a la que sirven.

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