Opinión

La profecía de la memoria

Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

José María Pérez Gay murió el domingo pasado en México, D.F. Una amiga lo recuerda en sus seminarios que dictaba en la UNAM y en las conversaciones informales como hombre de un profundo sentido del humor, irónico. Poco se ha reflexionado sobre la estrategia de supervivencia que supone la ironía en los tiempos en que el poder se vuelve totalitario, aplastante, ortodoxo, fastuoso, casi asfixiante y por lo mismo circense, enfatuado, al efecto escénico y por lo mismo a la esquizofrenia como necesidad. “En cualquier época, la oferta de paraísos ha sido siempre menor que la demanda de nuestras necesidades. Esta diferencia, se debe, en primer lugar, a nuestro propósito de vencer a la muerte, de convertirnos en habitantes de la eternidad, o, por lo menos, en seres entregados a una dicha sin límites; en segundo lugar, al reclamo cada vez más sonoro de las diferentes culturas ávidas de incluir paraísos en su historia. Esta confusión histórica ha revelado, sin duda, solo una cosa: ningún paraíso terrenal se ha instaurado en la Tierra, ninguno ha logrado erradicar el mal del mundo…”

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