Opinión

Democracia, toros y libertad

Por Luis Sánchez Calderon
Quito, Ecuador

Hoy no quiero hablar de toda la gente y dinero que mueve la fiesta brava, porque también lo hacen el sicariato y la delincuencia. Hoy, en plenas fiestas de Quito, no quiero nada más que ver una corrida de Ponce, Castella y El Juli en el coso de Iñaquito. Hoy quiero sentir esa emoción de hacer filas, lograr deslizarse por las puertas de ingreso antes de que salga el primer toro, pasar por debajo de los graderíos y súbitamente ver 15 000 almas esperando que inicie el paseíllo. 15 000 almas que no se odian por preferir distintos tipos de toreo, que se estremecen y no se alegran si algún matador es alcanzado por el pitón de un toro y provenientes de todo el Ecuador, Colombia, Perú, México y España. Pero no se puede, porque desde el 2011 nada fue igual y eso trajo como consecuencia el abandono de los espectáculos taurinos en Quito este año.

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