Ex rehén colombiano relata cómo logró salvar su vida

BOGOTA (AP) — El sargento de la Policía Luis Alberto Erazo, que el sábado logró huir luego de permanecer 12 años en poder de las FARC, reveló el lunes que salvó su vida porque corrió en sentido contrario al de sus cuatro compañeros de cautiverio que fueron ejecutados por los guerrilleros.

Erazo, de 48 años, fue encontrado el sábado por la tarde por el Ejército en zona rural del municipio de Solano, en el departamento de Caquetá, a unos 418 kilómetros al suroeste de Bogotá.

El Ejército había chocado más temprano en la misma región con unidades de las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y halló los cadáveres de otros tres policías y un militar retenidos por esa guerrilla desde finales de la década de 1990.

Erazo había caído en manos del grupo guerrillero en diciembre de 1999, en Curillo, una población de Caquetá.

Como a las nueve y media de la mañana del sábado (1430 GMT), «empezaron a sonar los disparos…era a unos 30 metros de donde yo estaba», narró Erazo en una entrevista con la AP.

En ese momento dijo que sólo pensó en correr hacia la selva, en sentido contrario de donde estaba su campamento de unos 300 metros cuadrados y donde había llegado el viernes pasado junto a sus cuatro compañeros de cautiverio y la guerrilla.

Al poco de oír los disparos «sentí un totazo (golpe) en la cara y sentí un totazo acá», agregó Erazo tocándose el lado izquierdo del cuello, sentado sobre una cama en la clínica de la Policía Nacional en el occidente de Bogotá.

Pensó que eran tiros que venían directamente hacía él de parte de uno de los centinelas rebeldes a quien vio venir en su dirección y entonces decidió correr.

En su carrera cayó a unos cinco metros del campamento. Pero «algo me dijo ‘corre, corre, corre’ y yo seguí corriendo», agregó el suboficial enfundado en una camiseta blanca, pantalón deportivo azul y medias blancas desde su cama cubierta con una sábana verde pálido que lleva el escudo de la Policía Nacional en el centro.

En su huida lo ayudó la naturaleza porque «la selva es tan tupida (que) uno se les escapa a cualquiera en dos o tres metros. Me le logré escapar» a por lo menos ese rebelde que iba detrás de él y cuya suerte desconoce.

Erazo recordó que el comandante del frente 63 de las FARC, alias «Arturo Rojas», les había dicho a los cinco secuestrados que en caso de que hubiese un cruce de disparos con la fuerza pública «nosotros… debíamos correr hacia el lado de ellos» porque les decían que «‘nosotros los vamos a entregar a su familia con vida … Nosotros no los vamos a matar», recordó Erazo, de piel pálida y una calvicie donde despuntan las canas en la sien.

Sin embargo, al momento de los tiros «a mí se me olvidó la consigna que me habían dado de ir para donde estaban ellos (los rebeldes). Mis compañeros corrieron para donde ellos y … los asesinaron», dijo.

Pero de esas muertes sólo se enteró a su llegada a Bogotá el domingo, porque dijo que no vio cuando los mataron sino que permaneció escondido en la selva.

Erazo se ocultó casi todo el sábado y sólo salió a las 5 de la tarde, cuando escuchó el sonido de una motosierra y vio hombres con casco en la selva pensando que podían ser militares. En medio de la selva se encontró de frente con soldados. «Cuando ellos me vieron se asustaron y de una vez se cogieron de las armas. Yo dije ‘soy policía, soy policía’ y ellos me dijeron ‘Somos del Ejército, bienvenido»’.

Tras 12 años de convivencia con los rebeldes, afirmó que cree que los más jóvenes están «obligados» en las filas insurgentes.

«¿Quién va a estar feliz en un infierno de esos? … Comiendo mal, viviendo mal y enfermos. Eso nadie está feliz. Hay mucho guerrillero enfermo. Yo digo que ellos no están felices, están obligados», aseguró Erazo desde su cama, mientras en una sofá al lado se apiñan sus parientes que lo miran en silencio, igual que media docena de enfermeras y policías que le atienden y custodian en una habitación del octavo piso del hospital policial.

Compañeros de cautiverio asesinados

Dijo sentirse triste por la suerte de sus compañeros muertos —que de acuerdo con la Fiscalía fueron asesinados a tiros por la espalda y en la cabeza— y los otros uniformados que siguen en cautiverio.

Cuando las tropas lo evacuaron de la zona y vio la selva abajo, dijo que le «arrugó el corazón» de pena.

De acuerdo con las autoridades, aún hay 12 uniformados en poder de las FARC: ocho policías y cuatro militares, algunos de ellos igualmente con más de una década de cautiverio.

Momentos después, Erazo sonríe —dejando ver su boca sin un diente frontal y sin un canino del lado derecho que perdió hace años asegurando que fue de viejo— al ver sobre la cama una pequeña grabadora digital de un reportero la toma en sus manos y destaca todos los cambios tecnológicos que ha habido.

La coronel Adriana Camero, directora del Hospital de la Policía Nacional, dijo telefónicamente que Erazo tenía una herida de tres centímetros en el pómulo izquierdo producto del roce de una bala y en la parte posterior del cuello, también en el lado izquierdo, otra causada por una esquirla de granada.

Fiscal asegura que no era operación de liberación de secuestrados.

El fiscal Arturo José Bolaños advirtió el lunes, en la audiencia pública en la que se ordenó la detención de una guerrillera que se rindió en el sitio donde fueron asesinados los cuatro uniformados, que «ésta no era una operación de liberación de secuestrados».

Según explicó el funcionario judicial en Florencia, capital departamento de Caquetá a 380 kilómetros al sur de Bogotá, los militares estaban operando en esa zona desde hacía 45 días y sus superiores ya les habían ordenado abandonar el área.

«Cuando ellos iban hacia el punto de extracción (o de salida) encontraron… un rastro grande (de) muchos hombres que pasaron por un mismo sitio. Ellos, al ver esto, pensaron que eso tenía que ser de la guerrilla y empezaron a seguir el rastro. Es así como… los punteros de los comandos del Ejército divisaron un grupo de guerrilleros que estaban dedicados a labores cotidianas: lavando, bañándose, etcétera», agregó Bolaños.

Añadió que «inmediatamente los de la avanzada regresaron e informaron y el Ejército procedió a acercarse más sigilosamente. (De pronto) son detectados y son recibidos a fuego. El Ejército, viendo que de pronto puede haber secuestrados, tenía la orden de no disparos… Los guerrilleros disparaban y se alejaban, disparaban y se alejaban y el campamento lo fueron dejando. Cuando ya pudo entrar el Ejército al campamento es que encuentra los asesinados».

En el campamento los militares encontraron los cuerpos del teniente coronel de la policía Edgar Yesid Duarte, el del mayor de la policía Elkin Hernández, ambos cautivos desde octubre de 1998; el del intendente de la policía Alvaro Moreno, retenido en diciembre de 1999.

También el cuerpo del sargento mayor del Ejército José Libio Martínez, el que más tiempo llevaba secuestrado: desde el 20 de diciembre de 1997 y cuyo único hijo varón Johan Steven Martínez, de 13 años, nunca conoció porque cayó en poder de las FARC cuando su hijo apenas tenía seis meses de gestación en el vientre de su madre.

La misa de funeral de los cuatro uniformados está prevista para el martes en la catedral de Bogotá y encabezada por el alto gobierno.

Desde la Organización de los Estados Americanos (OEA) hasta el no gubernamental Human Rights Watch condenaron la acción rebelde.

 

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