Pescador

Por Andrés Cárdenas
Quito, Ecuador

La película Pescador se sostiene sobre ese pilar cuya inscripción susurra “estás en el lugar equivocado”. Una base adquirida voluntaria o involuntariamente sobre la que se podría sobrevivir estoicamente. Pero él no quiere ser el blanquito del pueblo ni ella quiere ser más otro artículo suntuario de la casa de playa de Elías. La cocaína es el pasaje. El amor es un lujo para la gente que ya pertenece a un lugar, para los que conocen la procedencia de su apellido y para las mujeres que pueden abrazar a su hija. Una ostentación que Lorna no se puede permitir y que Blanquito tal vez ni sabe que existe.

Es bastante conocido que la historia está basada en una crónica realizada hace cinco años por el joven escritor Juan Fernando Andrade. Este, junto a Sebastián Cordero, la mayor marca ecuatoriana de cine, componen la dupla que escribió el guión de Pescador. Algo así como Valencia-Rooney. “Blanquito” (Andrés Crespo) es el apodo de uno de los pescadores de El Matal-Manabí que rescatan unos náufragos ladrillos de cocaína en la bahía. Cada uno agarra lo que alcanza. Aunque la mayoría los vende a precio de ingenuidad, Blanquito agarra lo suyo y decide por fin largarse a Guayaquil: ansía salir definitivamente de su pequeño pueblo y buscar a su presunto padre, prefecto del Guayas, a quien no conoce. A la travesía se une a regañadientes Lorna (María Cecilia Sánchez), una atractiva colombiana que vive a expensas de un millonario quiteño, y ofrece encontrar un buen comprador con la condición de quedarse con parte del polvoriento dinero: ansía independizarse y regresar a su patria donde le espera su pequeña hija.

La película Pescador no pone su fe en giros impactantes ni en diálogos inteligentes, sino en los anhelos de sus personajes que comprendemos ocultos en excelentes actuaciones, ya premiadas internacionalmente. Blanquito trasluce esa nobleza y sencillez que subsisten con peligro de extinción en algunos lugares rurales de nuestro país. Es el dicho y la costumbre nacional que agregan gratas escenas de humor al filme. Es un tipo que ha vivido infantilmente de lo que le ofrece el mundo. Lorna, en cambio, respira fatigosamente un ambiente acomodado que lo financia la lujuria de un rico que vive en Cumbayá. Ha caído ahí porque necesita dinero para enviar a su hija en Colombia. Es la desdicha que alcanza a ver brillo al final del asqueroso túnel.

Sobra en Pescador la utilización de dos escenas sexuales sin verdadero valor dramático, un night club y una saldada de cuenta, situaciones que podrían haber sido manejadas de manera más sugerente. Se trata de una manera recurrente de Cordero de presentar sus obras. Sin embargo, la película tiene ese dejo melancólico al que nos está acostumbrando el principal cineasta ecuatoriano, pero acompañado de la salsa de Rubén Blades y de las interpretaciones de La 33. Detrás del universo argumental de Cordero está como música de fondo la canción Que no quede huella interpretada por Los Shajatos como lo hace en esta película, o  Sombras, cantada por Chavela Vargas, como lo hizo en Rabia. Sus finales no ceden ante lo comercial y no utilizan la ficción para engañarnos. La vida a veces tiene voz más grave que aguda. Los negocios no siempre terminan como esperamos.

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1 Comment

  1. Blanquito agarra lo suyo, un ladrillo de cocaina y decide largarse a venderlo a Guayaquil. Blanquito trasluce esa «nobleza y sencillez» que ya se va extinguiendo.
    Y la colombiana sólo desea regresar a su hijita y ser independiente del rico lujurioso, para eso necesita una partecita del dinero de la coca.
    Mmmm…cuanta comprensión.  

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