El consenso sin Washington

Por Héctor Yépez Martínez
Guayaquil, Ecuador

Pese a su polémica negativa a asistir, tal vez sea el Presidente Correa quien mejor resumió lo sucedido en la Cumbre de Cartagena: ni un éxito ni un fracaso. Por primera vez en una cumbre continental, hubo lo que el canciller venezolano Nicolás Maduro denominó un “naciente consenso sin Washington para la unión de América Latina”. Y, más allá de los cuestionamientos que se pueda hacer a cierto eje político regional, eso es un síntoma de madurez: Latinoamérica, por lo menos en su retórica diplomática —que no es un aspecto menor—, ya dejó de ser el patio trasero de los Estados Unidos.

Obama lo sabe. Washington está consciente de que hoy tiene rivales claros en la hegemonía del continente. El primero está dentro de casa: Brasil, cuya economía hace poco superó a la de Reino Unido. El segundo está del otro lado del Pacífico: China, que hoy mantiene una fuerte presencia en Latinoamérica y representa, por supuesto, una amenaza clara a Estados Unidos en su competencia por el poder global.

El otro competidor del “imperialismo gringo” es el bloque regional de izquierda. Pero su capitán mayor, Fidel, está recluido a escribir columnas de opinión y Hugo Chávez ha perdido paulatinamente peso en una región que, por fortuna, cada vez cree menos en el populismo mesiánico. El ex Presidente Lula fue un gran responsable esta lenta, pero constante, pérdida de influencia del chavismo. Con su exitosa gestión en Brasil, mezcla de un agresivo aperturismo con una decidida inversión social, Lula logró posicionar un modelo político en la región que superó con creces el desempeño autoritario de Chávez en Venezuela. Tanto es así que, en Perú, Humala necesitó venderse como fanático de Lula por encima de Chávez para poder ganar las elecciones.

Por tanto, si algo quedó demostrado en la Cumbre de Cartagena es la creciente independencia de la región frente al Tío Sam. Los mandatarios latinoamericanos fueron a decirle a Obama que no están de acuerdo con el bloqueo a Cuba ni con su política contra el narcotráfico, y algunos insistieron en un pronunciamiento sobre el conflicto de las Malvinas, cuando Estados Unidos ya había ratificado su posición neutral por respeto a su vieja alianza con los británicos. Hubo, en efecto, un consenso latinoamericano donde la voz de Washington se redujo a sonar como murmullo. Hace menos de una década, eso hubiera sido impensable.

Lo curioso es que a Obama no le preocupa perder su patio trasero. Más allá de casos aislados —como la reciente aprobación del TLC con Colombia y el espaldarazo a la gestión a su Presidente Santos—, Latinoamérica parece estar en un lugar muy secundario en la política exterior estadounidense, más preocupada por los conflictos en Medio Oriente y el creciente poderío de China. Si a ello se suma que la estrategia combativa de su predecesor Bush en América Latina fue un rotundo fracaso, parecería que EEUU se ha resignado a perder su tradicional influencia en una región que lo necesita menos que nunca. El “consenso sin Washington” parece un fenómeno de doble vía.

Más allá de esto, era de esperarse que la agenda de los latinoamericanos no se tradujera en una declaración oficial conjunta. EEUU y Canadá nunca iban a permitir unanimidad sobre Cuba y las Malvinas. Pero, como rescató el Presidente Santos, “que se haya discutido es un éxito”. Acaso a ello sumó la renuencia de nuestro Presidente Correa a asistir a la Cumbre.

Hasta aquí, todo es bueno. Lo malo es que la Cumbre terminó sin ningún compromiso concreto sobre ningún tema trascendental para la región: otro coctel más.

Nada sobre la violencia brutal que se vive en México, que algunos atribuyen a la libertad radical de comercio de armas en Estados Unidos. Nada sobre los virulentos ataques contra la libertad de expresión que se viven, por ejemplo, en Venezuela, Argentina y Ecuador. Nada sobre mecanismos para fortalecer el comercio a nivel continental. Si bien Obama aceptó replantear su política de drogas —aclarando que no las legalizará—, no se llegó a ningún punto concreto. Y en cuanto a Cuba, se mantuvo la paradoja de exigir la eliminación del bloqueo yanqui, pero sin decir una sola palabra sobre la necesidad de que Cuba firme Carta Democrática de la OEA y termine con más de medio siglo de una dictadura que avergüenza a todo el Occidente.

En definitiva, lo bueno es que tenemos consenso sin Washington. Lo malo es que ese consenso todavía representa muy poco de lo que realmente interesa a los ciudadanos de América Latina.

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9 Comments

  1. . @hyepezm:twitter  Me quedo con la última parte de tu artículo. Desde «Lo malo es que la cumbre terminó sin ningún compromiso concreto sobre ningún tema trascendental para la región…»

    Parecería que el objetivo de algunos representantes era nada más ser contestatarios y mostrarse fuertes o dignos ante «el imperio».  En ese sentido, creo que triunfó el deseo de sobresalir individualmente por sobre el consenso.

    Latinoamérica consiguió que el discurso de USA quede reducido a un murmullo, eso a mi modo de ver es un triunfo de papel. Como lo sería, así mismo, que mañana los dictadores cubanos puedan asistir a llenar con sus discursos antiyanquis esos foros, sin haber cambiado nada al interior de su país.

    Cuando Estados Unidos está en un foro donde haya líderes latinoamericanos de la vieja escuela, casi cualquier tema se contamina del pensamiento antiyanqui. El día que superemos ese complejo, es el día en que este bloque regional se va a asegurar la entrada al club de los grandes. En Brasil lo tienen muy claro, y ahí tienes los resultados.

    Un abrazo compadre

  2. Estoy de acuerdo contigo. Pero no hay que minimizar el hecho de que, al menos en la retórica diplomática, haya un consenso latinoamericano al margen de EEUU. Es algo que antes no había ocurrido. Por supuesto, falta muchísimo camino por andar.

      • No sólo como reconocimiento a nuestras diferencias sino como constatación que mantenemos divergencias insalvables. Los intereses y la estrategia de la América sajorna evidencian que sus visiones políticas y las nuestras son irreconciliables. Que ello no signifique el burdo alineamiento con las prédicas sesenteras de los No Alineados, del castrismo y del guevarismo, es el obstáculo a vencer. La maníquea postura del «Cachascán» geopolítico, todo es bueno si es contra el Imperio, requiere ser sustituida por una otra que clarifique nuestros problemas y les de soluciones. 

  3. Casa adentro, el voto latino en USA cada vez tiene más peso. No sería iluso pensar que en el futuro esos votantes estén activados para pedir en las elecciones gringas posiciones de apoyo a los países de donde  provienen sus raíces. Estoy pensando principalmente que la idea de despenalizar gradualmente la droga podría no ser una mala idea para el votante latino, que esperaría que eso reduzca la violencia en sus países (principalmente México y centroamérica)

    • Es una idea interesante. Además, se pondría a prueba el poder de representación real que la democracia estadounidense puede otorgar a un grupo de votantes, en el sentido de qué tanto pueden influir primero en la política de sus respectivos estados, y luego, por qué no, en la política federal. 

      No sería nada fácil sin embargo. Se me ocurre que la sola idea de que la legalización gradual de las drogas pueda materializarse con el apoyo del voto latino, podría crear mucho rechazo en algunos políticos.

    • Permiteme sacarte de la ignorancia una vez mas. El grupo latino en USA NO ES UN GRUPO HOMOGENEO, no es que toditos los latinos se unen en una esquina y deciden que van a pedir que se despenalizen las drogas. Al igual que cualquier conglomerado humano hay quienes estan a favor y quienes estan en contra. Incluso hay latinos que son Republicanos, mientras otros son Democratas y a la gran mayoria les importa un bledo la politica. Existe includo division entre latinos ciudadanos, residentes e indocumentados. No son una masa de de personas que piensan de forma uniforme o alineados a lo que le «conviene a sus paises», no hay tal.

      Por otro lado, compara la poblacion (importante) de Latinos frente a los mas de 300 millones de habitantes de los USA y vas a saber a quien le dan preferencia los politicos, como prueba de aquello, recuerda la grandiosa marcha por los derechos de los indocumentados del 2004, fue algo IMPRESIONANTE, los resultados: NADA!.

  4. Dejamos de ser el patio trasero?, cuando consideramos la posición de los Estados Unidos como el eje del discurso, estamos en realidad dejando de ser su patio trasero?, no esto es casi tan interesante como en los 70¨s se decía que si a un comunista le ponían cuernos, iba a tirar piedras a la Embajada de los Estados Unidos. Cuando en realidad América Latina defina una política exterior desde su visión y no en contra o a favor de…, ese día creo que en realidad podremos hablar de haber dejado de ser dependientes de las versiones de ciertos poderes globales.

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