Juicios ‘express’

Por Eduardo Carmigniani
Guayaquil, Ecuador

No conozco la letra chica de las leyes paraguayas, como para atreverme a opinar sobre la legalidad o ilegalidad del procedimiento seguido para destituir al expresidente Lugo. Tampoco opino sobre el fondo de las acusaciones, cuyos detalles e interioridades me son desconocidos. Pero aun cuando las normas de procedimiento aplicables en Paraguay previesen la posibilidad de despedir al presidente de la República siguiendo un trámite sumarísimo como el adoptado en este caso, sería una legislación que a todas luces irrespetaría principios básicos del debido proceso, universalmente aceptados. Serían leyes ilegítimas, independientemente de que tengan rango constitucional, pues violarían el derecho a la defensa, que en caso alguno puede ser sacrificado a guisa de la celeridad. Uno de aquellos principios es contar con tiempo adecuado para preparar la defensa del caso. En todo esto no puedo sino coincidir con la posición oficial del régimen ecuatoriano.

Y es que desde siempre algo me ha hecho desconfiar radicalmente de los sistemas sancionatorios que privilegian la rapidez, sacrificando el derecho a defenderse. Siempre he desconfiado del ansia de imponer penas a la loca. Pues en nombre de la celeridad esos sistemas suelen estar políticamente dirigidos, o al menos consagrar evidentes injusticias. En esto, nuevamente, coincido con la posición oficial ecuatoriana.

El problema es que esta última no ha sido siempre la misma; ha ido cambiando -¿jugando?- al vaivén de la conveniencia. Por ejemplo, hago memoria del caso, años ha, de la violenta destitución de la mayoría del Congreso -no afecta al régimen- por parte del Tribunal Electoral, golpe de Estado que dio paso a los inolvidables diputados de los manteles, tras los cuales quisieron ocultar su inocultable vasallaje; o casos más recientes como el de sentencias, en casos penales, meteóricamente dictadas a menos de veinticuatro horas de concluida una audiencia, Chucky Seven de por medio, asuntito aún no aclarado por la convenientemente manejada ñoña excusa del fiscal actuante.

Parecen haber olvidado que, como se dice, lo que es igual no es trampa…

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