Historietas olímpicas

Por Daniel Crespo
Quito, Ecuador

Una de las noticias más singulares que llamó mi atención la semana pasada fue el enterarme del pedido realizado al Comité Organizador de Londres de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos (LOCOG, por sus siglas en inglés) para que el presidente Correa desfile junto al equipo olímpico ecuatoriano; y de su rechazo por parte de dicho comité en virtud de la Carta Olímpica.

De acuerdo con la respuesta oficial, dirigida a Danilo Carrera, presidente del Comité Olímpico Ecuatoriano, con fecha 5 de julio del presente año, el rechazo a tal pedido se debe a que desfilar en la ceremonia de apertura de los Juegos “es un privilegio exclusivo para Atletas, Oficiales, y Presidentes o Secretarios Generales del Comité Olímpico Nacional, según la Carta Olímpica”. En la misma misiva, se le ofrecía al Jefe de Estado la posibilidad de asistir en calidad de invitado, valga decir, como todos los demás Jefes de Estado o de Gobierno deseosos de ver a sus atletas participar en tan importante evento.

Hasta ahí, la respuesta oficial. Luego, nuevamente, nos tocó al resto de ecuatorianos la digestión de un nuevo patinazo internacional, esta vez en el ámbito deportivo, como si los periódicos palos de ciego de nuestro Canciller, valija diplomática incluida, no fuesen suficiente.

Más allá de lo peculiar de dicho pedido, no puedo disociarlo de ciertas imágenes de mis lecturas infantiles (al final, leer es la mejor forma de cultivar la imaginación). Y aunque intente no hacerlo, cada vez que pienso en cómo habría sido el asunto, me imagino al Presidente, cual el emperador de Hans Christian Andersen, desfilando desnudo ante un pueblo sorprendido e impávido, hasta que una inocente niña rompe la contemplativa desidia general y declara que ese hombre, que jura desfilar engalanado como el que más, no es más que un ingenuo desnudo. Y lo imagino así, porque no alcanzo a comprender la naturaleza de este pedido. ¿No son suficientes las aclamaciones y el aplauso de las semanales sabatinas? ¿O la ola de propagandas de corte redentorista donde las miniaturizadas figuras de su sufrido pueblo se unen en una colosal imagen del Líder viendo al horizonte, al estilo de don Benito y asociados? ¿Ya se cansó del aplauso enardecido de su pueblo altivo y soberano y le entraron ganas de ser aclamado por un estadio lleno de gringos?

La verdad es que eso no lo sé, pero sí sé que lo que vino luego fue lo más sabroso del asunto. En su última sabatina, el Presidente no pudo justificar, con su particular estilo y verbo, las razones detrás del singular pedido. En vez de eso, negando correspondencia oficial y hasta los testimonios de sus allegados (el lunes de madrugada, en el programa En Corto, su hermana comentó que sabía de dicho pedido. Debe aclararse que las imágenes son anteriores a que estalle el fiasco y ella viaje a Londres), y luego de las habituales burlas a la prensa, aclaró que todo el episodio no fue más que un “despiste de una secretaria”.

Cualquiera que tenga un conocimiento mínimo de cómo funciona el aparato burocrático estatal, sabe que ninguna secretaria puede, motu proprio, consultar sin más a la instancia organizadora de los juegos olímpicos sin que ningún buen hombre se entere. O peor aún, que el documento redactado por dicha secretaria, haya sido firmado por su jefe inmediato y haya pasado por las manos del Ministro de Deportes y la Presidencia de la República sin que nadie diga “esta boca es mía” y reclame por tamaño despropósito. No. La verdad es que la agenda presidencial es objeto de una rigurosísima planificación donde con meses de anticipación se organizan los días, las horas y hasta los minutos, por lo que es imposible y risible pensar que una proactiva e ingenua secretaria, bajo los efectos del esmalte de uñas con el que gasta sus interminables horas laborales, se haya disparado con un pedido tan singular para, luego de obtener el sí del comité organizador de Londres 2012, entrar corriendo a Carondelet, tacones en mano, para darle la noticia personalmente al Jefe de jefes.

Más allá de lo penoso que resulta cortar la soga por donde es más débil (el desliz de una pobre secretaria), suponer algo así, honestamente, es tomarse a burla la inteligencia del resto de ecuatorianos. ¿Es tan difícil reconocer que fue una torpeza? ¿Al menos, el descuido de algún ministro deseoso de quedar bien y ser parte de los aplausos sabatinos? Es creer que a estas alturas, cualquier justificación, con la sorna y autocomplacencia habituales, es válida mientras llegue desde el poder, por absurda que parezca. Quizá ya es el momento de que, al igual que en el cuento de Andersen, emulemos a la inocente niña y dejemos de ver seda y boato donde no hay más que un hombre desnudo desfilando. En todo caso, que no se diga que con esto no hemos ganado algo. Por el momento, el Gobierno ya logró el oro olímpico a la desvergüenza. Ojalá como pueblo no ganemos una medalla a la indolencia.

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5 Comments

  1. Bunísimo el ego del mashi no tiene límites al querer ser aplaudido ya no por mestizos del ALBA , en un país aliado del maldito imperio y gringos por todo lado. Lo mejor la medalla de ORO OLOMPICO  para el Gobierno , cabe resaltar que tenemos el primer lugar  a la deverguenza como reza el artículo.

  2. Excelente artículo, tanto así que no hay nada que agregar, excepto preguntarnos ¿que clase de evento hará que veamos al emperador desnudo?  No quiero imaginarlo.

  3. La mejor medalla contra la idolencia que el pueblo ecuatoriano puede ganar próximamente, y en rechazo al derroche, al abuso cotidiano del poder y la megalomanía exacerbada del populismo involucionario, y ésta sí que sería de platino, es decirle un NO rotundo A LA REELECCIÓN…

  4. Ante los muy perspicaces comentarios de los caballeros foristas en este artículo, solo me queda agregar… NO Mashi…NO dan todavía medalla olímpica a la ridiculez, la megalomanía o al descaro.

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