Pasado y presente se dan cita en el nuevo Museo del Carruaje de Lisboa

El imponente y moderno edificio que alberga el nuevo Museo del Carruaje de Lisboa contrasta con los vetustos vehículos que alberga en su interior, una nueva atracción turística de la capital portuguesa donde se entrecruzan pasado y presente.

Las enormes cristaleras del exterior y los pilares que sujetan su estructura dan cuerpo a una instalación recién inaugurada y en la que los protagonistas son los diferentes tipos de carros, elegantes, sofisticados, propios de épocas que hoy parecen muy lejanas.

Diseñado por el Premio Pritzker brasileño Paulo Mendes da Rocha, junto al portugués Ricardo Bak Gordon, el museo pretende convertirse en una pieza clave del barrio de Belém, uno de los que más visitantes atrae de toda la ciudad.

Reconocido internacionalmente por contar con uno de los principales acervos de carruajes de todo el mundo, reúne piezas que pertenecieron a miembros de la realeza portuguesa, la nobleza y el clero, entre los siglos XVI y XX.

Para la directora del museo, Silvana Bessona, el cambio a estas nuevas instalaciones -anteriormente estaban en el Picadero Real del Palacio de Belém- permite «ver las piezas con otros ojos».

El edificio está formado por un pabellón principal, con una nave suspendida entre pilares, y un anexo al que está conectado en las alturas y que permite la circulación entre ambos.

Sólo durante la jornada de inauguración, el espacio recibió a cerca de 20.000 personas para conocer de primera mano los 70 vehículos expuestos en sus galerías, entre diferentes tipos de carros -algunos unipersonales- y carrozas.

Una de las joyas de la colección, distribuida en los más de 6.000 metros cuadrados que ocupa el museo, es el «Carruaje de los Océanos», un espectacular vehículo, largo y muy ornamentado con piezas doradas que forma parte de un conjunto de carros enviados por el rey Juan V (siglo XVIII) al papa Clemente XI.

En su parte trasera, dos figuras masculinas se saludan, un gesto que simboliza la conexión entre los océanos Índico y Atlántico realizada por los portugueses con la travesía del Cabo de Buena Esperanza (1487), en el extremo sur de África.

En total son más de 8.000 las piezas expuestas en el museo entre vehículos, documentos gráficos, instrumentos y pinturas relacionadas con los carruajes.

La compilación de este vasto patrimonio comenzó en 1905 a iniciativa de la reina Amélia d’Orleans y Braganza, esposa del rey Don Carlos I, y desde entonces había estado concentrada en el reducido espacio del Picadero Real.

«En el anterior museo, (las piezas) quedaban diluidas en el espacio, que era tan bonito, tan decorado, que anulaba un poco la colección», opinó su directora.

Además de éstos, fueron transferidos hasta Belém otros 26 carros procedentes de Vila de Viçosa (Évora), donde vivieron los duques de Braganza.

El complejo diseñado por Mendes da Rocha tiene capacidad para recibir grandes grupos de turistas y se prevé que registre cerca de 350.000 visitas al año.

Desde el punto de vista estético, el proyecto arquitectónico privilegia las formas rectilíneas y los espacios libres, estableciendo conexiones con las calles y plazas circundantes, así como con la margen del río Tajo.

Ya en el interior, la propuesta opta por mostrar las estructuras sobre las que se asienta todo el edificio, como vigas y soportes metálicos

El nuevo museo también contará con paneles multimedia y pantallas interactivas para dar más información al visitante.

Su construcción desató la polémica, ya que fue aprobada en 2008, con los socialistas portugueses en el Gobierno, y desde el principio recibió críticas de los conservadores -entonces en la oposición y ahora en el Ejecutivo- por el elevado coste de las obras.

Las obras arrancaron en 2010 y terminaron a finales de 2012, aunque no fue hasta el año pasado cuando se comenzaron a recibir carruajes debido a la falta de fondos, que llevaron a postergar su apertura definitiva hasta finales de mayo de este año. EFE [I]

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