El turno del país

Hernán Pérez Loose
Guayaquil, Ecuador

Una vez concluida la jornada electoral del domingo y al margen de sus resultados y más allá de los consabidos análisis que se irán haciendo sobre las sorpresas, los triunfos y las derrotas, los líderes políticos deben, al menos por un momento, dejar de pensar en sus proyectos, números y cálculos, y pensar en el país. El turno es ahora del Ecuador. Y el Ecuador enfrenta una serie de problemas que demandan de sus líderes un mínimo de consenso y máximo de esfuerzo y generosidad.

El principal es probablemente la sombra que aún proyecta el correísmo en la sociedad ecuatoriana. Fue el régimen más corrupto y dictatorial que hemos tenido. Pero como todo régimen populista –peor aún si le entraron más de 200 mil millones de dólares gracias a la bonanza petrolera– su impronta no va a desaparecer fácilmente del escenario nacional. Para ello será necesario algo de tiempo, es verdad. Pero sobre todo de un acuerdo nacional sobre el futuro del país, sobre sus instituciones, sobre la corrupción, sobre la economía, sobre la educación y otros temas similares.

Países como Chile –el primer país desarrollado en América Latina– no viene creciendo económicamente y reduciendo sus niveles de pobreza durante los últimos 30 años por arte de magia. En la base de la modernización de esa nación estuvo el diálogo y el consenso que alcanzaron las principales fuerzas democráticas –aquellas que enfrentaron la dictadura de Pinochet– para sentar las bases mínimas de un proceso de reformas institucionales y de un modelo económico que fue matizado por los partidos de izquierda y derecha en su alternancia del poder. Sin esa concertación, sin ese acuerdo político, sin esa visión de largo plazo entre adversarios políticos, Chile no sería el país que es ahora. Es más, sin ese tipo de acuerdos no hay país en el mundo que haya podido progresar. El desarrollo económico de las naciones y, por lo tanto, el bienestar de sus ciudadanos pasa necesariamente por el consenso político. Sin este último, los países no dejan de ser simples operetas, tierra fértil de aventureros y demagogos.

El Ecuador necesita seguir enterrando al sistema correísta, a su cultura de corrupción y demagogia, de abuso e hipocresía. Y la única forma de hacerlo es sentando las bases de un país diferente al que nos dejó la banda de delincuentes que nos gobernó. Eso fue lo que hicieron los líderes políticos chilenos una vez terminada la dictadura militar. Concertaron un acuerdo sobre los cambios institucionales que debían irse instaurando y los ajustes que el modelo económico debía tener para incluir, por ejemplo, el factor de equidad en dicho modelo. Algo similar es lo que debemos hacer acá entre nosotros. Urge abrir un diálogo nacional sobre los profundos cambios institucionales que deben ocurrir y sus respectivos tiempos, mientras se implementan los ajustes del modelo económico que lamentablemente hemos heredado, algo de lo que ya hay inclusive un compromiso internacional.

Sin esa concertación va a ser difícil no volver a los errores del pasado.

(O)

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