Volver a la quiteñidad

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

Quito es una ciudad que siempre se ha caracterizado por ser cuna de la libertad, de la democracia y de los más altos valores ciudadanos. Mas, desde la llegada del correísmo, cuando Augusto Barrera tomó el control de la ciudad, en 2009, puso a la capital en bandeja de plata a manos del proyecto político de la entonces Alianza País. El Distrito Metropolitano, fue ultrajado por la más nefasta y agria izquierda y Quito quedó en la indefensión y perdió su brillo de liderazgo y de lo que, en 1807, el sacerdote Camilo Henríquez, Presidente del Senado de Chile proclamó a esta urbe como «Luz de América».

Si bien, hemos tenido cuatro administraciones —Augusto Barrera, Mauricio Rodas, Jorge Yunda y Santiago Guarderas— que pasaron desapercibidas, en cuanto a obras más no así en escándalos, es lo que demuestra que necesitamos volver a nuestro espíritu de quiteñidad.

¿Qué es entonces la quiteñidad? Permíteme explicarlo, querido lector: 

La quiteñidad es un sentido de pertenencia de la ciudad, de amar este espacio, de entender y comprender nuestra historia, estar del lado de los valores quiteños: la solidaridad de barrios, las mingas, el hacer de los espacios urbanos seguros, de cuidar y apropiarnos correctamente de los sitios públicos, que éstos sean sitios para el deporte, para la cultura, para el encuentro y que desde allí se transmita la buena vibra y nuestras diarias vivencias tanto a la gente que vive aquí como a las que nos visita. Es, también, explotación de recursos turísticos y culturales de esta ciudad. Todos, por suerte tenemos esqueletos, pero dentro del esqueleto hay chispa y corazón y eso es lo que hoy también necesitamos, entusiasmo y además ideas como nuevos modelos de movilidad y desarrollo tecnológico de la ciudad, mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Revisando, un poco de historia, sin irnos a épocas como la del ilustre burgomaestre capitalino Jacinto Jijón y Caamaño, y la de Camilo Ponce Enríquez —quien fue Vicepresidente del Concejo Municipal de Quito— sino remontándonos a los buenos años cuando el Partido Social Cristiano, de la mano de Sixto Durán-Ballén, y luego la Democracia Cristiana tuvo el control en la ciudad y puso tres alcaldes al hilo: Rodrigo Paz, Jamil Mahuad, Roque Sevilla y luego la Izquierda Democrática logró reelegir por dos períodos a Paco Moncayo.

Posterior a la alcaldía de Durán-Ballén, con Gustavo Herdoíza (que ganó con el Partido Demócrata) se lo cuestionó no sólo por su falta de obras, sino por la tibieza que tuvo durante el fuerte conflicto y crisis del Gobierno de León Febres Cordero —situación cuestionable que también recayó en el chimboracense Jorge Yunda tras el paro de octubre de 2019, donde la ciudad casi fue reducida a escombros por grupos violentos).  

Un ícono, simplificado, de la quiteñidad es Don Evaristo, el auténtico Chulla Quiteño (por sus dichos, vestimenta y forma de vida). Un personaje típico que hacía campañas por la solidaridad de los quiteños, la unión de los amigos y de la gente del barrio, pero más allá, es un reflejo de la pura idiosincrasia de los capitalinos. Más, sin embargo, es innegable que esta ciudad —la Carita de Dios— es construida por gente propia y ajena. Un Quito que fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1978 por poseer el Centro Histórico más extenso, mejor conservado y menos alterado de toda América Latina.

Esto, a su vez se mezcla con la parte moderna, los centros comerciales, los complejos judiciales y las plataformas financieras y económicas, los ministerios y librerías.

Quito es el centro político del Ecuador, un espacio que invita a mantenernos firmes y preocupados por el futuro de nuestro patrimonio cultural, social y económico. Lo importante es siempre mirar al futuro, al desarrollo, a volverla una urbe que vea hacia la movilidad ecológica, a cuidar y respetar la fauna urbana, a mantener los espacios verdes (pero que esto no impida volver a disfrutar de una buena feria taurina). Más, esto no debe tratarse como un activismo simplón y asesino que causó daños en países como Sri Lanka, pues no se trata de dejarlo en las manos de los activistas que no saben dónde están parados sino a través de ordenanzas municipales que puedan ejecutarse.

Hay que permitir un crecimiento cultural, con Ferias del Libro donde existan expositores nacionales y extranjeros de alto nivel que inviten a leer, a acercarse al libro. Fortalecer los museos, que en los pensum escolares exista visitas a estos lugares, tanto a los que son municipales y gubernamentales.

Entender la ética y la moral que engloban a los verdaderos quiteños, a los quiteños de bien que amamos esta ciudad y queremos verla brillar y que también represente un pilar fundamental para la democracia y el desarrollo. ¡Quito y su quiteñidad deben volver!

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