De la sequía a la oscuridad

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

Hace algunos días, científicos norteamericanos anunciaron que habían logrado producir energía a través de la fusión nuclear, un proceso que ocurre permanentemente en el sol. Unos días después, se supo que campesinos de Cotopaxi habían ocupado las principales calles de Latacunga en protesta contra la sequía que viene afectando sus tierras desde hace cuatro meses. Acusaban de la sequía a una escuela de pilotos comerciales que funciona en el aeropuerto de la localidad.

¿La razón? Sus naves -se entendería que por orden de los cultivadores de brócoli de la zona- bombardean las nubes con yoduro de plata para evitar que llueva. Según el Diario El Telégrafo, “los campesinos aseguran observar la presencia de avionetas, justo cuando hay amenaza de lluvia”, y afirman que “Las nubes negras se disipan y la lluvia nunca cae”.

Frente a la protesta de los comuneros, el alcalde de Latacunga, Byron Cárdenas, dijo que solicitaría a la Dirección Nacional de Aviación Civil suspender las operaciones de la escuela de pilotos.

Es sabido -y de esto debieron haberse enterado por mínima responsabilidad intelectual los dirigentes de las comunidades indígenas que participaron en la protesta y el alcalde de Latacunga- que el bombardeo de nubes con yoduro de plata sirve exactamente para lo contrario de lo que los manifestantes afirman. Además, la escuela de aviación de Latacunga no realiza este tipo de actividades.

La protesta de los campesinos de Cotopaxi, por tanto, es una muestra clara de los efectos perniciosos de la unión entre ignorancia y política. Donde la población se halla sumida en la ignorancia, los manipuladores religiosos y políticos pueden llevarla a defender las posiciones más absurdas.

Si a esto se suma el irracionalismo – “No hay pruebas científicas. El pueblo ecuatoriano no quiere pruebas científicas (…), queremos hechos, hechos”, vocifera uno de los líderes de la protesta, insatisfecho con la propuesta del gobernador de la provincia de formar una comisión técnica que estudie el problema-, tenemos ya la base del oscurantismo.

Esa configuración político-cultural que no solo niega la ciencia, sino que erige dogmas irracionales en principios de vida y gobierno y persigue a los que considera herejes. Galileo, el padre de la ciencia moderna, fue uno de ellos.

Ignorancia, irracionalismo y política son un cóctel muy peligroso, pero los políticos y los “intelectuales” pachamamistas no dejan de agitar la coctelera. El producto de la borrachera con un licor tan mortífero es, por lo general, el estallido y, en seguida, la oscuridad.

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