Era indispensable

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Durante más de una década, la demagogia trató de convencer al gran público que el gran enemigo del desarrollo era el FMI y que la peor desgracia posible era acercarse al “imperio” estadounidense. Una inmensa campaña de propaganda se montó alrededor de las malas artes de los banqueros ( a los que se atacó y vilipendió indiscriminadamente ) y se difundió la idea que pagar la deuda externa, cumplir honradamente con el Estado y mantener reservas adecuadas en caso de desequilibrios económicos era una equivocación imperdonable.

No faltaron quienes criticaron acremente todo intento de regularizar la deuda externa, tildando de negociado cualquier esfuerzo encaminado a poner al día las cuentas fiscales, sanear las finanzas públicas y presentar un horizonte económico estable.

“ Primero la gente “ dijo algún populista, atrincherado en sus frases de efecto, cuando se planteaban estos temas. “ Contadores “ espetó el energúmeno, cuando economistas prudentes recomendaron no despilfarrar los excedentes petroleros, producto de una coyuntura favorable pero no eternos. De nada sirvieron las admoniciones, y así nos hundimos en los retrasos y en los incumplimientos con el consiguiente colapso.

Finalmente, en estos días, luego de más de una década, se ha logrado culminar un acuerdo con los acreedores externos y con el FMI, poniendo punto final a la incertidumbre, la angustia y la inestabilidad que fue la norma en la década perdida.

Un análisis frío de lo acontecido en el pasado reciente arroja como saldo un exceso de gasto incontrolable, una inflación creciente, un déficit fiscal recurrente, un nulo ahorro fiscal y un atraso permanente por parte del Estado con sus acreedores.

¿ A donde fueron los millones que se “ ahorraron “ con el no pago de las acreencias ? ¿ Cuánto perdió el País por endeudarse a tasas de usura con China ? ¿ Donde están los recursos que se “ recuperaron “ con la política ” altiva y soberana “ que terminó unilateralmente los contratos petroleros vigentes ? ¿ A cuánto ascienden las obligaciones provenientes de arbitrajes internacionales y que el Ecuador debe pagar por su incumplimiento ? ¿ Valió la pena ? ¿ Se recuperarán algún día los valores impagos a la banca pública y los “ acuerdos entre privados “ generados por los negociadores de “ manos limpias y corazones ardientes “ ?

¿ Porqué, si el acuerdo con el odiado FMI nos permite tener acceso a créditos con mejores tasas y apertura, nuestros iluminados líderes rechazaron todo intento por lograrlo ?

Son preguntas que probablemente jamás serán contestadas por los responsables, que serán rebatidas por los economistas interesados en ese “ default” para embolsarse jugosas comisiones, que serán cuestionadas por los corifeos de los demagogos, que poco entienden de finanzas pero mucho de lamboneria, a sabiendas que este acuerdo le permite al Pais, después de varios años, lograr una tranquilidad financiera que parecía imposible hace décadas.

El siguiente paso para lograr avances significativos para el bienestar nacional será reformar leyes caducas y mal concebidas, lograr confianza de los inversionistas para atraer capital de riesgo, flexibilizar las leyes laborales y ampliar el marco productivo para las provincias más pequeñas, para que no dependan únicamente del Estado y de la obra pública.

Se dice fácil, pero implica lograr un cambio de mentalidad en una clase política que oscila entre el cinismo, el titubeo y la ignorancia, un conglomerado estatal más preocupado de lograr beneficios personales para sus ejecutivos que de cumplir metas nacionales, una burocracia indolente y poco dispuesta a dinamizarse, que medra del caos y de la ineficiencia para justificar su presencia, y un apoyo de la empresa privada y productiva que esté dispuesta a invertir y crear fuentes de empleo como aporte indispensable a la economía.

Se ha dado un gran paso. Faltan muchos más para encaminarnos pero la disciplina fiscal es el camino inicial para lograrlos.

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