Opinión

La pasión de Cristo

Por Andrés Cárdenas
Quito, Ecuador

La pasión de Cristo es un filme viejo como esos pergaminos entintados con lenguas muertas –a aquella ilusión colaboran las actuaciones en arameo y latín– y nuevo como toda obra de arte con cualidad mítica. No hay mito más absoluto y vital para unas criaturas precarias que el Dios que muere. Mel Gibson es coguionista, director y coproductor de la película que más veces verá en mi vida. Ahora intento observar la interacción de personajes, coherencia interna del relato, conflictos en los protagonistas, pero es un ensayo infructuoso, todo se diluye ante la verdadera Greatest story ever told. Es imposible separar lo “estrictamente cinematográfico” del valor histórico y espiritual de la cinta y esto solo sucede cuando las cosas están bien hechas.

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