No hay crisis y otros cuentos

Héctor Yépez
Guayaquil, Ecuador

Dos de cada tres ecuatorianos carecen de empleo adecuado en un sector rural que sufre 52% de pobreza, tres veces más que en la zona urbana. Ya llevamos dos trimestres seguidos de decrecimiento, lo cual técnicamente significa recesión. Estamos cerca del tope de endeudamiento permitido por la ley. Los bancos tienen problemas de liquidez. La construcción está paralizada. Y Ecuador es el país que menos crecerá —o decrecerá, según los nuevos amigos del Fondo Monetario Internacional— después de las peores economías de la región: Venezuela y Brasil. Eso sin contar la amenaza del fenómeno de El Niño que, agravada por la falta de dragado del río Guayas, puede devastar la producción agrícola y acuícola, que hoy sostiene las exportaciones y, por tanto, el equilibrio de la dolarización ante el derrumbe petrolero.

Ninguno de estos datos fue suficiente para evitar que el presidente Rafael Correa defendiera que en Ecuador no hay crisis, durante el debate económico mantenido frente a Alberto Dahik, ex Ministro de Finanzas de León Febres Cordero y ex Vicepresidente del fundador socialcristiano Sixto Durán-Ballén, Mauricio Pozo, ex Ministro de Economía de Lucio Gutiérrez, y Ramiro González, hace poco aliado del gobierno al mando del seguro social, promotor de las salvaguardias y viejo sobreviviente de la Izquierda Democrática.

No seamos ingenuos: había una estrategia política del gobierno detrás del debate. Mi teoría es que se buscaba publicitar una confrontación frente a exponentes creíbles del neoliberalismo (Dahik), el centro (Pozo) y la socialdemocracia (González), en el campo del análisis económico, que debía ser la zona de confort del Presidente. La idea era atestar otro golpe mediático de la Revolución contra la partidocracia, representada por sus viejas caras en todas las tendencias ideológicas. Ello a la par que se evitó enrostrar a los extremos de hoy en la izquierda (Alberto Acosta) y la derecha (Guillermo Lasso), así como se rehuyó la polémica con quienes triunfaron en las últimas elecciones: Mauricio Rodas, Jaime Nebot y Paúl Carrasco. El único militante activo invitado fue Ramiro González, el más cercano a Alianza País, ya que las pretensiones de Alberto Dahik, viejo ducho de la política, aún no están claras.

Pero el tiro salió por la culata.

González fue más político y, en ese campo, contundente, al punto de acusar a Correa, como quien no dice nada, de haber recibido plata de los Isaías. Dahik y Pozo dieron cátedra de economía, avalados por su gestión, respectivamente, durante el gobierno de Sixto Durán-Ballén, que exhibe los mejores resultados económicos de la partidocracia, y el régimen de Lucio Gutiérrez, que ya en dolarización redujo la pobreza más rápido que en casi una década de correísmo.

Al contrario, el Presidente, aunque tenía a tres de su lado —dos ministros y el mismísimo moderador—, terminó inquieto y sudoroso, repitiendo las muletillas de siempre frente a contrincantes a quienes no pudo achicar. Con todo a su favor, tal como ocurrió en las últimas elecciones el 23 de febrero de 2014, el perdedor de esta contienda fue Rafael Correa, en una derrota que, sin embargo, poco benefició a sus debatientes, a quienes el oficialismo sabe de antemano que representan un pasado que la mayoría popular rechaza: por eso los escogió.

Pero lo personal es lo de menos. Lo grave es que, junto a Rafael, el mayor perdedor del debate es el actual modelo de la Revolución Ciudadana, que mantiene al Ecuador en la que ya es su peor crisis económica desde el feriado bancario.

Twitter: @hectoryepezm

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